Víctor Manuel Massei

Un intersticio cósmico-virtual para rabiar, destilar y fluir en los verbos contenidos, detenidos y suprimidos por el exceso de logos; un arranque existencial para evitar que se nos cierren los ojos...

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Café

Ella pidió un jugo. Él un café cortado. Ella lo miró fijamente, y de inmediato lanzó una pregunta. El no dejaba de apuntar con sus ojos hacia sus senos. Ella inquirió: ¿Qué soy yo para ti? El la apuntaba con su boca, mientras eludía aquella Inquisición. Todo su cuerpo era un arma letal que se activaba fogosamente mientras se despedía el aire desde aquellos lujuriosos labios. Ella volvió a atacar: ¿Qué somos? Y él dejó que sus palabras fueran la extensión de su carne. Le dijo: Somos el momento. La vida que escapa a las definiciones, el rayo que consume las seguridades, el precipicio de las aspiraciones. No nos reduzcamos al abecedario. Ella hizo un ademán de descontento. No quería retórica ni sofismas. Sólo servían las respuestas precisas. El renunció a las palabras. Ella sólo quería comer desde ellas. El tomaba su café como metáfora de estar bebiéndola a ella. Ella buscaba argumentos para hacerlo caer en las razones. El se detenía en sus comisuras, tocaba su mano y eclipsaba sus ojos. Ella no quería ser vencida. El quería dispararle un beso en el vientre. Ella quería la paz tras el logos. El quería la guerra en la piel. Ella quería una bandera que le diera tranquilidad. El quería doblegar sus rodillas y capitular en su ombligo. Ella acabó su jugo y calló. El acabo su café y habló. Se pusieron de pie. El reloj les devolvía las máscaras. (Víctor Manuel Massei)

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