Víctor Manuel Massei

Un intersticio cósmico-virtual para rabiar, destilar y fluir en los verbos contenidos, detenidos y suprimidos por el exceso de logos; un arranque existencial para evitar que se nos cierren los ojos...

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Falocracia

Ya eran más de 15 minutos frente al espejo. Dudando, recordando y tratando de ordenar ideas y prejuicios. De soslayo contemplaba su cuerpo a través del adminículo en cuestión y se preguntaba si complacía o no los requerimientos y cánones sociales. Nunca había recibido una queja. Tampoco una efusiva felicitación. Sin embargo, siempre se había sentido empujado miserablemente a confirmarlo en sus múltiples experiencias, sin recibir ninguna corroboración al respecto. Preguntarlo hubiera sido ofensivo, no escucharlo lo ofuscaba en extremo. Desde pequeño estaba familiarizado con la idea de que un “hombre-pene no pasa penas ni queda en pana”, idea reforzada por las conversaciones impúdicas de adolescencia y por la mega-ultra-publicitaria confirmación del marketing posmoderno. Aun así, algo le devoraba la conciencia e infiltraba incertidumbres. ¿Hasta que punto las simulaciones encarnadas y los fingimientos histriónicos eran un derroche de misericordia que le engañaban acerca de su potencial? Había hecho de su sexo el ombligo de su mundo. Pero ahora no se atrevía a salir del baño. Se sentía sin ombligo. Percibía que el universo fluía sin retorno por el lavabo. Ella era distinta, y el quería empezar a ser distinto con ella, pero no podía ser sin sus ideas, incluso con aquellas que no eran de él, pero que terminaron por serlo.
Afuera, ella, había alejado los polos y se exhibía tropical, ardiente, huracanada y silente. No esperaba contrastar hipótesis. Y con serenidad budista ejercía la paciencia, sin pensamientos ni interrogantes, sola en su desnudez desafiaba la gélida habitación. Lejos de ser una mujer-vagina, era ella, toda, desde el cutis hasta las entrañas una intersección en el tiempo y un eclipse en el espacio; todo estaba repleto de su respiración, no cabían más átomos en aquella atmósfera, pues no llevaba con ella la moralina convencional, todo lo había dejado afuera, la universidad, sus padres, sus razones y sus pretextos, y cuando dejó caer su bolso, en él se fue al carajo el universo entero, por ello estaba más entera que nunca y más desnuda que nadie.
El uno pugnaba por una re-putación. La una había dejado fuera de la pieza las expectativas. El uno no sabía desvestirse de las ideas. La una ya había redimido su cuerpo. (Víctor Manuel Massei)

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