Víctor Manuel Massei

Un intersticio cósmico-virtual para rabiar, destilar y fluir en los verbos contenidos, detenidos y suprimidos por el exceso de logos; un arranque existencial para evitar que se nos cierren los ojos...

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Umbral

No se dio cuenta como llegaron a eso. No parecía lógico estar discutiendo por trivialidades a esas alturas. Hubiera sido más sensato callar, pero guardaba dentro de sí un concepto de justicia que no le dejaba lugar al mutismo cuando algo no concordaba con sus preceptos. Ya no importaba todo lo construido en el tiempo, si se destruía en segundos, era el Apocalipsis necesario a tanto fingimiento. Perder el control era mostrar debilidad. Aunque sus lágrimas surcaban su rostro. Se mantenía estoico. Con su puño apretado aguantaba las estocadas y las embestidas. Escuchaba y estratégicamente preparaba la retirada. No había retorno dialógico entre ellos. Ni lo deseaban tampoco. Quiso lanzarle a la cara muchas verdades. Quiso sacarle la lengua y hacerle la mejor de las morisquetas. Se contuvo. No correspondía a su perfil. Levantó la mirada. Besó su frente y musitó algunas palabras imperceptibles. Dejó caer unos libros. Y cruzó la puerta para no volver a atravesarla jamás.
Conminada en una cama. En una fría habitación. Aún mastica esas palabras. Y el diagnóstico aunque letal, adquiere levedad en su conciencia. Pero no es eso lo que ya la tiene muerta.
Se le ha visto caminar sin rumbo. Mirar sin detenerse. Sonreír mecánicamente. Perderse laberínticamente en sí mismo. Mientras cruza otras puertas, porque no puede dejar de hacerlo, aunque tampoco puede terminar de irse, no puede apagar la venganza en sus entrañas. (Víctor Manuel Massei)

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